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Y sonaron los cañones de la libertad…

La libertad que tratamos de abrazar y ejercitar en el transcurso de la vida tiene que ver con el concepto más amplio que este término alberga, y que se presenta diariamente como “libertad de acción”.

¿Por qué entonces, cuando hablamos de democracia asociamos a esta palabra con la “libertad”, y cuando buscamos albergarnos en ella, nos sentimos como prisioneros que intentan alcanzar la alambrada para sortearla y escapar?

Esto tiene una explicación, a mi criterio, lógica y consecuente, que se representa como el divorcio recurrente entre la democracia como concepción pura de administración de las voluntades y la visión o proyección que deberíamos construir entre todos, a partir de políticas estratégicas oportunas, diseñadas y aplicadas como guía por los gobernantes, previo consenso ciudadano.

La falta de planificación, o aunque habiéndola, la falta de comunicación adecuada sobre ella, impacta en todos nosotros provocando disrupciones que, como campos magnéticos de igual signo, nos llevan a rechazarnos dependiendo del color que nos identifique, sin dar demasiado espacio para abrir las puertas del pensamiento que invite al debate enriquecedor.

Es precisamente el pensamiento expresado abiertamente dentro de una comunidad y el debate sano generado entorno de él lo que nos lleva a ser más inteligentes y, por propia voluntad, más libres.

Con vistas a construir un futuro deseado deberíamos practicar y divulgar la implementación de los siguientes preceptos:

  1. Sentimiento libre, buscando evitar herir y herirnos.

  2. Pensamiento libre, eliminando la mala costumbre de generar prejuicios.

  3. Comunicación libre, lo que significa articular la dialéctica sabiendo que al comunicarnos siempre estamos en riesgo y condiciones de generar conflictos. Sabiendo ésto, son las formas empleadas para transmitir un mensaje, las que los evitan.

  4. Acción libre, midiendo que nuestros actos no restrinjan la libertad de acción del otro u otros.

Los colores hasta aquí, al menos en esta materia, no nos han servido de mucho; a veces nos han beneficiado y otras tantas, perjudicado (en estos últimos casos, para peor, nos hemos visto condicionados en nuestras acciones, cuando no coaccionados).

En síntesis; Podemos ver los acontecimientos de color blanco o negro según la perspectiva con que se vean las cosas aunque, a los ojos de los que se dejan llevar por los bandos, la verdad será casi siempre gris.

No podemos seguir viviendo conglomerados en bandos que poco aportan a la construcción y mantenimiento de lo que debiera ser una República sana. La consigna debe proponernos trabajar para sentirnos verdaderamente libres y abrirnos, a través de ese conducto, al enriquecedor debate que nuevamente aparece como árbitro para acordar, por lo menos, sobre cuál de los 16 matices de gris fijaremos el punto de nuestro esperado re-encuentro.

G.F.C.

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