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Ganar derechos sin perder la condición


En esta suerte de modelo que aplicamos los argentinos "de avanzar hacia atrás", noto impávido cómo los atributos que hacen de un hombre, un Caballero, van desvaneciéndose. Este fenómeno quizá encuentre su respuesta en quien debería ser reverenciada: la esbelta Dama.

La mujer, en su lucha por lograr parecerse al hombre, ha empuñado la noble espada del primero, buscando derechos que debería poseer naturalmente. En esa suerte de riña innecesaria fue ganando músculo y perdido silueta y estatura (clase: dignidad, consideración, moderación, modales y buena crianza).

El rudo ejercicio de blandir el filoso hierro la ha llevado a asumir un rol de guerrero en donde su armadura no permite distinguirla y ser tratada con los honores que el género merece.

Muchas exquisitas prácticas que resaltaban y exaltaban las relaciones de respeto, cortesía, nobleza, distinción y generosidad entre géneros, se fue desvirtuando por la frenética búsqueda de igualdades desparejas, el afán por atropellar al otro y la mala educación usada como instrumento de posicionamiento en lugar de evidencia de incapacidad de diálogo.

Deberíamos bregar para que estos atributos, como los títulos de Señor y Señora, se alimenten nuevamente, de a pares.

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