La convivencia en las organizaciones
Las organizaciones , como verdaderas construcciones sociales que son, nos proponen el ejercicio cotidiano de mantener vínculos, conversaciones, acciones y emociones, en un determinado momento (espacio y tiempo), como así también interactuar con un contexto social, político, económico y cultural.
En estos centros neurálgicos la convivencia con otros, no solo involucra el encuentro con semejantes, sino también con la “función”, el “puesto” o el “rol” que ellos representan; estas jerarquías nos ponen un freno para tomar contacto, de manera más directa con sus vidas personales y con la intimidad de aquel denominado supervisor, jefe, compañero de trabajo, cliente o empleado. A lo expuesto debemos agregar que en ese sitio especial, que lejos está de llamarse hogar y que denominamos "ámbito laboral", nos relacionamos con otras personas con las que compartimos gran parte de nuestra vida.
Esta situación nos hace pensar que nuestro trabajo es mucho más que un empleo, es el ambiente donde participamos de la construcción de mucha de nuestra realidad cotidiana.
Como seres humanos que somos, no solo estamos constituidos e influenciados por nuestros pensamientos, nuestra razón y nuestra constitución físico-biológica, sino también por nuestros sentimientos.
En el maravilloso ejercicio de mantener las relaciones dentro de un marco armónico (debemos partir de la base que en comunicación estratégica se parte de la premisa de que cada vez que nos expresamos, estamos generando un conflicto, y está en la forma en que maniobramos la dialéctica, la respuesta para evitarlos), resultará imperioso que hagamos que "nuestro corazón comience a dialogar con el cerebro", previo a interactuar, para evitar tragos amargos. Recuerde que no podemos vaciar de nosotros nuestros sentimientos, ellos son partes de nuestro ser y de nuestra existencia. Lo que nos pase con nuestros afectos nos acompañará durante el tránsito por el camino de la vida.
Desafortunadamente para nosotros, no podemos suprimirlos, vestirlos, ocultarlos o disfrazarlos. Viven en nosotros, habitan en nuestro interior, son parte de nuestra vida, y, por lo tanto, también nos acompañan en la jornada laboral. Los sentimientos representan lo que el sol al ciego; éste último no puede verlo pero siente sus efectos.
Hemos crecido y sido educados en una cultura en la que lo habitual es el desconocimiento de lo que sentimos. Nos hemos acostumbrado a no prestarle atención y a no tomar consciencia de su existencia e impacto.
Para colmo, vivimos rodeados de un entorno viciado de malestar, violencia, dificultades económicas y sociales, que lejos se encuentran de manifestarse como situaciones distantes o ajenas a nosotros. De hecho condicionan nuestra libertad, y, consecuentemente, afectan nuestro sentir y hacer cotidiano.
En las épocas que corren, es importante que:
1. Aprendamos a valorarnos a nosotros mismos (sin convertirnos en egocéntricos).
2. Consideremos y explotemos nuestras mejores capacidades y habilidades.
3. Reconozcamos que como seres humanos que somos, necesitamos relacionarnos y, por lo tanto evitar
conflictos.
4. Valoremos al otro porque necesitamos de él para vivir.
Si tenemos en cuenta estos aspectos, apreciaremos el lugar que nuestros semejantes ocupan. De la percepción que de elllos tengamos, es como nuestro entorno cotidiano será teñido, vivido y sentido.
Nuestra vida se conforma como una verdadera red en donde cada relación tejida es un nudo y que dependiendo de la calidad de apertura sentimental y mental (en ese orden) que pongamos al servicio de nuestra interrelación con la comunidad, esa red actuará poniendo a prueba su fortaleza en cuanto a tensión y/o flexibilidad.
No cabe duda alguna de que cada acción que emprendamos, cada modo de mirar, reflexionar o pensar acerca del prójimo, definirá la manera y modo de estar, vivir, convivir y existir en el mundo y en las entidades a las cuales damos vida.
Siempre recuerde que las organizaciones son realidades que construimos en comunidad. Esto implica que nuestro aporte es el nervio motor que hace que las mismas puedan aprender y transformarse y que este fenómeno debe ser consecuencia de que nosotros podamos hacerlo y viceversa.