Hablemos de la educación de la voluntad
Muchas veces hablamos de voluntad sin entender que detrás de ella está la autodeterminación de cada uno, por llevar a cabo aquello que nuestra inteligencia nos presenta como "bien".
Lo enunciado debería bastarnos para conjeturar que ninguna persona en su sano juicio, sería capaz de querer, o buscar hacer el mal.
La pregunta que cabe hacernos, entonces, es la siguiente: ¿Por qué existen las malas acciones?...
La respuesta a este interrogante creo encontrarla en que cuando alguien realiza una mala acción, es porque ve un bien para ella en aquello que anhela conseguir, sin considerar objetivamente que eso sea malo.
Lo que está bien y lo que está mal ya es bien sabido por todos; sin embargo, el mal nuestro de cada día se manifiesta como una espesa bruma que no nos permite, siquiera al tanteo, actuar y gozar conforme respetamos el bien común.
Si los malos actos prevalecen sobre los buenos quiere decir que es la voluntad la que debe ser educada, formada y orientada.
Por suerte, para nosotros, la voluntad es algo que va germinando en la medida que vamos labrando el surco de la vida, y lo único que requiere es ser regada por entrenamiento adecuado.
Esa educación, formación y orientación deben tener un sentido que nos exija evitar realizar actos no voluntarios, tales como los que emanan de la violencia, la coacción o simplemente del querer hacer algo sin conocer o medir sus consecuencias.
Lo desarrollado hasta aquí nos sirve para saber que, previo a embarcarnos en la ejecución de cualquier acción, necesitamos imperiosamente entender la situación y, para ello, debemos utilizar nuestra inteligencia y nuestro conocimiento para luego entrar en el marco de la deliberación, que no es más ni menos que analizar las ventajas y desventajas que produce el despliegue de una maniobra determinada.
Una vez entendido el efecto de una determinada actividad, estará en nuestra voluntad decidir si la llevo a cabo o desisto de hacerlo. En este punto debe hacerse presente en nuestra conciencia el acto deliberativo que nos invite a reflexionar sobre el impacto de nuestras acciones o reacciones sobre los demás.
Entender lo que vamos a hacer y tomar la decisión voluntaria de llevarlo a la práctica bajo los requisitos antes mencionados, nos habilita para ser libres para poder realizar cualquier acto. Sin embargo, por qué el mal parece tan presente.
A mi criterio se da porque al no pasar nuestros actos por la licuadora que propone la educación de la voluntad, la libertad se corrompe transformándose en libertinaje.
Para que esto no ocurra se requiere de ejecutivos valientes que operen como verdaderos "administradores" cuyo patrimonio personal se encuentre constituido por valores, principios y visión compartida, es decir, que sean lo suficientemente atractivos de alma y espíritu. Estos atributos deberían alcanzar para que puedan invitar y contagiar a las comunidades que deben conducir, a trazar un camino con vistas a construir un futuro orientado al bien común, independientemente del ámbito de alcance.
Es muy probable que sobre el cierre de las páginas de nuestras vidas, encontremos que no hemos alcanzado aún esa visión deseada. De eso se trata nuestro tiempo finito: ir escribiendo generación tras generación, las páginas de la historia que servirán de análisis retrospectivo a las venideras, como guía válida para que hagan lo propio con su porvenir.
Para concluir, siempre el mal lo hemos visto como algo que hay que combatir y frente a este flagelo, han surgido innumerables líderes de bandos encontrados que entendían que el bien estaba bajo sus insignias, símbolos y mandatos. Yo prefiero dar lugar a los “Administradores de voluntades”. Humildemente, opto por tratar y analizar a “la educación de la voluntad” ya que a mi criterio puede definirse como un hecho, falencia y/o debilidad concretos, que amerita ser abordado con vocación noble, y desarrollarla y ejercitarla como una actividad sana y alegre que en la medida que se vaya tratando, corrigiendo y armonizando con el objetivo puesto en el bien común, sin percibirlo, irá expandiendo la libertad de acción.
El ejercicio cotidiano de educar nuestra voluntad, nos llevará a ser mejores personas, trabajadores, compañeros, padres y ciudadanos.
Si no estás de acuerdo, te pido disculpas por el tiempo dispensado en la lectura de este artículo. Lo escrito trata de una idea volcada al texto de un loco que busca ser libre.