El adverbio que es la diferencia, que hace la diferencia
Cuando niños, nuestros padres y formadores nos han educado e instruido sobre la importancia que tiene el triunfar en la vida, mostrándonos como contra cara, el funesto destino que les esperaba a aquellos que no lograban alcanzar este estado, y que quedaban etiquetados bajo el rótulo nefasto de “Perdedor”.
Sin embargo nunca nos han dicho en qué estriba la diferencia entre triunfar y perder. Ya de grande, he descubierto que, como todo en la vida, la respuesta se encuentra en lo pequeño, en este caso, en una palabra, un adverbio de cuatro escuetas letras que hace la diferencia. Este enemigo del éxito se presenta bajo el nombre de “casi”.
Es que quien triunfa pone curso a una meta propuesta y la persigue y alcanza sin medir esfuerzo y sacrificio, mientras que el perdedor busca guarecerse del fracaso bajo el manto dialéctico que propone el: “casi”, artilugio maquiavélico que nos permite sentenciar el no haber alcanzado el éxito por obra y gracia de la mala suerte o racha.
Existen entonces diversas formas de expresar proximidad hacia la cima aunque nuestra trayectoria nos conduzca al mismísimo abismo; generalmente, estas se enmascaran con un “casi lo logro”, “casi estoy a punto de conseguirlo”, “casi estoy trabajando en ello”.
En ninguno de los casos expuestos en el párrafo anterior se percibe movimiento concreto, para lo cual, nada va a cambiar si no cambiamos la forma de expresar lo que decimos, para luego movernos en busca de obtener los resultados deseados.
El “casi” se presenta en un envase que hace que muchas personas pierdan antes de empezar. Es menester recordar que ante la motivación de querer alcanzar una meta, las personas triunfadoras ven en cualquier obstáculo que se les presente en el camino como una oportunidad, mientras que las perdedoras conciben cada oportunidad como un sin número de obstáculos.