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¿Por qué La Argentina, siendo un país tan rico, tiene tanta pobreza?

Esta pregunta que me fuera realizada días atrás, me sorprendió, no tanto por la respuesta que debía dar sobre el particular, sino porque la había escuchado tantas veces a lo largo de mi vida, que me resultaba sorprendente que aún no se contara con una respuesta capaz de contribuir a construir un proyecto de axioma.

Quizá esta pregunta tenga más de mil respuestas aunque, desde mi perspectiva, se me ocurrió el siguiente argumento:

En mi humilde opinión, poder resolver adecuadamente este interrogante exige ser duros con nosotros y blando con el problema (la antítesis la negociación por principios). Es que sin autocrítica resulta imposible entender por qué andamos como anduvimos en una suerte ilógica de “avanzar hacia atrás”.

En primer lugar propongo trazar una diferencia entre nuestros recursos naturales (causa argumental de nuestra riqueza) y nuestro factor humano (motivo fundamental de nuestra pobreza).

Los recursos naturales, para generar riquezas deberían ser explotados siguiendo determinadas regulaciones que garanticen su renovación o, si se agotan, maximicen su valor, al ser sacrificados en detrimento de las generaciones futuras.

En el caso del factor humano (factor porque estimo debería ser crítico para el éxito del desarrollo de la nación), requiere de la cultura como principio regulador de la conducta. Es en ella donde, según mi entender, se manifiesta la riqueza de toda nuestra pobreza o miseria.

Para desenredar lo expuesto anteriormente, partamos de la base que la cultura es el producto que resulta del amalgamiento de tres componentes: la ideología, el conocimiento y la experiencia.

Ahora bien, desafortunadamente para nosotros, la ideología, considerando lo pobres que venimos siendo en conocimiento y experiencia como comunidad, se constituye en la columna vertebral de nuestra cultura.

En consecuencia ésta, en nuestro país, es tratada como si fuera el pan capaz de alimentar a una población necesitada, en lugar de ser considerada como el agua necesaria pero no suficiente para hacer este alimento que resulta, en definitiva, de mezclar este líquido con la harina y sal de conocimiento y la levadura y pizca de azúcar de la experiencia, todos estos componentes, en su justa medida.

¿Cómo se armoniza entonces este fenómeno desequilibrado maquiavélicamente por determinados y mezquinos intereses?

La respuesta estriba en la construcción de una filosofía comunitaria de vida.

Este fenómeno implica el uso de la reflexión y la organización de ideas (orden) que, en nuestro caso, deben ser demostrables fácticamente. Digo esto dado que conceptualmente las ideas, en este ámbito, no siempre pueden serlo.

Por lo expuesto es mandatorio que contemos con evidencias veraces para evitar que las ideologías, que paradójicamente en sí misma no dejan de ser un desprendimiento de la filosofía, serpenteen buscando artilugios para fortalecerse de argumentos sin sustento y queden expuestas por sus verdades a medias (no olvidar que las verdades a medias, también son mentiras).

De esta manera, cuanto más firme sea la estructura filosófica, la ideología enferma quedará expuesta por su versión simplificada de la realidad, muchas veces distorsionada de la misma doctrina original que le dio vida.

Sabido esto, las distintas ideologías reinantes resultan más sencillas de detectar, analizar y neutralizar (si existe verdadera y franca vocación de servicio al país), dado que las mismas si nos detenemos a revisarlas, veremos que se encuentran muy bien definidas pero carecen de valores (tiene forma pero no fondo).

Salir de la pobreza implica comenzar a incrementar la dosificación de conocimiento y experiencia en nuestra comunidad para diluir las ideologías construidas por determinados grupos dominantes, sobre la base de teorías falaces. No cabe duda que esto se logra a través de la educación y la formación orientadas hacia un futuro en donde resurja el orden y el equilibrio entre las responsabilidades, las obligaciones y los derechos.

La solución a nuestra pobreza comienza, a mi criterio, combatiendo a la ideología con filosofía, planteando un futuro en donde todos estemos involucrados y comprometidos, y haciendo lo que debemos en lugar de lo que queremos hacer.

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