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Sensibilidad; el factor determinante de la cultura comunitaria


Es sabido que la sumatoria de las emociones de los individuos sirven para conformar y configurar la conducta de una comunidad.

En el caso de las organizaciones, el gran desafío consiste el amalgamarlas con los objetivos planificados.

En los tiempos convulsionados que nos tocan vivir se torna necesario interpretar de qué manera la energía que emana de esas emociones gravita en el estímulo aplicado a la competitividad.

Dicho esto, será la combinación entre la intensidad (alta o baja) y la polaridad (positiva o negativa) quienes determinen el estado emocional de una organización.

Ese estado puede caracterizarse por:

Emociones débiles aunque positivas, que carecen de vitalidad, actitud proactiva y el nervio emocional necesarios para lograr iniciativas estratégicas novedosas.

Emociones débiles y negativas, que generan frustración y desaliento. En este punto las personas, carentes de entusiasmo, se sienten entre distantes y divorciadas de los objetivos comunitarios.

Emociones fuertes con polaridad negativa, en donde se experimentan tensiones internas que impulsan un espíritu competitivo desmedido. En esta instancia se observan altos niveles de actividad y análisis de riesgo y comparación personal respecto de otros individuos y alta dedicación al cumplimiento de los objetivos.

Emociones fuertes y positivas. En estas organizaciones encontramos empleados alegres y orgullosos del trabajo que realizan y de la comunidad a la que pertenecen. El entusiasmo puesto de manifiesto por los empleados hace que la atención se focalice en las prioridades organizacionales "Compartidas".

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