El capitán y la colina del Amanecer
Había una vez un joven capitán llamado Lucio, que fue asignado a liderar una tropa de soldados agotados y desmoralizados. Tras años de pequeñas derrotas y objetivos incumplidos, los hombres creían que el éxito era inalcanzable. Lucio, observando su situación, comprendió que, para recuperar el espíritu del grupo, no bastaban las órdenes; debía inspirarlos, guiarlos y demostrarles lo que juntos podían lograr.
Una mañana, al amanecer, Lucio reunió a su tropa al pie de una colina empinada que dominaba el horizonte. “Hoy subiremos esa colina juntos”, dijo, señalando el pico bañado en luz dorada. La idea parecía absurda: la colina no era un objetivo militar y subirla implicaba esfuerzo innecesario. Los soldados, desconfiados, intercambiaron miradas incrédulas.
— “¿Para qué, capitán? ¿Qué ganaremos con eso?”, preguntó uno de los más veteranos.
Lucio sonrió con calma y respondió:— “No subirán porque yo lo ordeno. Subirán porque, al llegar arriba, se verán a ustedes mismos de otra manera. Descubrirán lo que son capaces de lograr cuando trabajan juntos.”
Sin más explicaciones, Lucio tomó la delantera y comenzó a subir la colina solo. Al principio, nadie lo siguió. Pero algo en su determinación, en su andar firme y decidido, los desconcertó. “¿Dejarán que suba solo?”, murmuró uno de los más jóvenes. Un pequeño grupo se puso en marcha, seguido de algunos más. Finalmente, incluso los más escépticos se unieron, arrastrados por el movimiento del conjunto.
El camino fue arduo. Había barro, piedras y espinas. Algunos soldados resbalaban, otros querían rendirse, pero Lucio siempre encontraba una palabra para alentarlos:— “No miren cuánto falta, miren lo que ya hemos subido.”
Al cabo de horas de esfuerzo compartido, alcanzaron la cima. Allí, con el sol iluminando sus rostros y la vasta llanura extendiéndose ante sus ojos, los soldados se miraron entre sí con orgullo. Algo había cambiado. El ascenso no les había dado gloria ni riquezas, pero les enseñó algo invaluable: eran capaces de superar cualquier desafío si actuaban unidos y creían en sí mismos.
Lucio, con voz serena, les dijo:— “Hoy subimos una colina sin sentido estratégico, pero conquistamos algo más importante: nuestra confianza y nuestro espíritu. Ahora, cuando enfrentemos un verdadero enemigo o desafío, recordaremos que no hay cima imposible si subimos juntos.”
Desde aquel día, la tropa del capitán Lucio se convirtió en una fuerza invencible. No porque fueran más fuertes o mejor equipados que los demás, sino porque habían aprendido a confiar en su conductor, en sus compañeros y en sí mismos.
Moraleja para el Management:
Un buen líder no se limita a dar órdenes. Inspira con el ejemplo, convierte pequeños desafíos en oportunidades de crecimiento y ayuda a su equipo a creer en su capacidad de alcanzar metas más grandes. La verdadera conducción no busca solo resultados inmediatos; administra voluntades formando equipos cohesionados y resilientes, capaces de enfrentar cualquier adversidad.
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